Una vez, un niño bueno
y guapo llamado Ignacio, “Nacho” para los cuates, procedente de Oaxaca, fue a
la zona hotelera de la ciudad de Cancún; el pequeño iba en un camión con todos
los compañeritos de su salón de clases de la primaria, todos dormían después de
un día muy divertido, pero cansado en el que habían ido a una zona arqueológica
grandísima y, además, habían realizado diversas actividades en un parque
recreativo familiar.
La maestra despertó a
los niños que se veían menos cansados o que eran más diablillos y que siempre
andaban “dando lata” en el salón, en otras palabras los más traviesos; Ignacio
estaba entre los elegidos.
Los niños despertaron
y con los ojos entrecerrados empezaron a caminar detrás de la maestra quien les
enseñaría la zona más activa de Cancún durante la noche. Los niños la seguían
como los patitos siguen a su mamá, pero Ignacio no, el caminaba, cerraba los
ojos y dormía 5 segundos de pie, después reaccionaba y corría a alcanzar a los
otros patitos, los otros niños quiero decir, el pequeño realizó esto varias
ocasiones hasta que su pequeño cuerpo e indomable metabolismo de niño de 11-12
años le hizo imposible continuar caminando y quedó dormido en una jardinera.
El pequeño, al encontrarse en
un lugar peligroso, como es Cancún, corría un gran peligro y más aún porque era
de noche, no sabía nada de ese lugar, era completamente desconocido para él.
Cuenta la leyenda que
un grupo de enanitos lo levantó de esa jardinera para llevarlo a su camión de
regreso. Un grupo de varios enanitos lo cargaron alrededor de un centro
comercial en busca de su maestra pero nunca lo encontraron, entonces
recurrieron a usar su magia para ayudar al niño. Después de todo sabemos que
los enanitos siempre ayudan a la gente buena, los de Santa Claus son un
ejemplo, pero no nos salgamos del tema. Los enanitos llevaron al niño hasta la
ubicación del camión que lo transportaba, el pequeño despertó y les obsequió
unas galletas que llevaba consigo. Los enanitos se asustaron porque el niño los
había visto entonces borraron su memoria.
Los enanitos comieron
las galletas que les regaló el pequeño, estas les gustaron mucho y trataron de
hacerlas con magia, pero nunca lograron su cometido.
Hoy en día los
enanitos están en busca de más galletas y si eres un niño o niña que te separas
de tus padres, no dudarán en secuestrarte para buscar en ti galletas. Incluso
si requieren abrirte la panza para poder sacarlas, así que nunca te alejes de
ellos o lleva contigo galletas para que no te hagan daño.
Autor: José Ignacio Diego-Pérez Montes
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