sábado, 24 de noviembre de 2012

Cuento: Solo como el mar.




Mi nombre es Phillip, tengo 13 años, vivo en un lugar muy hermoso, para mi es lo mejor del mundo, la playa mas bonita, no me gusta ir a la escuela, no tengo muchos amigos, no entiendo porque pero se me hace muy difícil eso de convivir con los demás, mi mama dice que debo ser mas espontaneo, que estaría muy bien que tuviera mas amigos, lo que ella no sabe es que estoy muy bien así, pero ella dice que la gente como yo nunca se supera en la vida. Creo que mi mama es la persona más sociable del mundo, tiene miles de amigos, todo el tiempo esta con el teléfono en la mano, la gente la busca como si no pudieran vivir sin ella, y mi papa no es la excepción. La mayoría del tiempo estoy solo caminando a la orilla del mar o recolectando conchitas o simplemente sentado esperando a que descienda el sol y ver esos maravillosos atardeceres que solo se ven aquí, me gusta mucho jugar basquetbol, pero un día trate de jugar con mis vecinos y pues no me dejaron ni siquiera acercarme, no entiendo porque lo hacen, no soy malo, no tengo ninguna enfermedad extraña que pueda contagiarles  y no soy gay, pero la verdad es que no me importa lo que ellos piensen de mi, prefiero estar solo.

La semana pasada llego mi familia para pasar la navidad, es que donde ellos viven hace mucho frio y vienen con nosotros porque aquí nunca deja de hacer calor, para mi es el mejor clima del mundo, mis primos lo odian, ellos prefieren quedarse en sus casas congelándose, creo que están locos porque no hay nada mejor que disfrutar de la hermosa playa. Mis primos tampoco me hablan, bueno si lo hacen, pero solo porque sus papas los obligan y solo lo hacen enfrente de ellos, cuando no, ni siquiera me voltean a ver. Mi casa es muy grande así que tengo que compartirla con todos ellos porque se quedaran aquí hasta después de año nuevo, he estado muy triste porque el día en que mis primos llegaron entraron a mi cuarto y destrozaron mi colección de “cosas del mar”, son cosas que he ido recolectando desde que tengo memoria, estrellas de mar, algunas algas secas, caracoles, piedritas de colores, conchitas de todos tamaños,  formas y colores, también he encontrado esqueletos de pescados, caparazones de tortugas, hasta dientes de tiburón. Pero da igual mis primos las desordenaron y perdieron mas de la mitad, los acuse con mi mama pero mi mama me dijo que eso de coleccionar “cosas del mar” era una tontería, que dejara de quejarme y que madurara, que ya no era un niño pequeño. A veces pienso que ni siquiera le importo a mi mama, nunca esta de mi lado, según ella hago todo mal y siempre que mis primos me molestan ella los defiende a ellos, estoy seguro que ella preferiría que cualquiera de ellos fuera su hijo. Espero que esta semana pase muy rápido.

Han pasado dos semanas desde que mi familia esta aquí, ya no los soporto y hace unos días fue el colmo, mi mama me pidió que le cediera mi habitación a uno de mis primos porque se había enfermado y dice que mi cuarto es mas grande y fresco, la verdad es que yo nunca lo vi enfermo, pero el caso es que me sacaron de mi cuarto, ahora duermo en el piso, con mis demás primos, todos roncan, tuve que salirme a las tres de la mañana de mi casa porque no podía dormir, lo bueno es que enfrente de mi casa esta mi lugar favorito en todo el mundo así que tome una chamarra y salía caminar a la playa, de verdad que estando ahí me siento feliz, no solo es mi lugar favorito, es un lugar donde puedo pensar, hablar conmigo mismo, ser yo mismo, ya que si nadie me entiende me tengo que entender yo de alguna forma, y creo que me entiendo perfectamente, sé que soy feliz aquí. Me gusta pensar que me convierto en agua y me integro a esos millones y millones de litros de agua que existen, a veces también me identifico con el mar, juegan un rato con el pero al final siempre lo dejan solo.

Ayer fue 24 de diciembre, todos despertaron muy contentos porque por fin es navidad, yo no le veo la gracia, pero como siempre, estaba obligado a estar con mi familia, mis tías estaban preparando la cena, siempre comemos lo mismo, bacalao, a pesar de vivir a lado del mar no me gustan los mariscos, amo a los peces y a todo tipo de animal marino pero no me gusta comerlos. Llego la hora de la cena, como todos los años todos se pusieron su mejor ropa, se perfumaron, se arreglaron, mis papas compraron muchas botellas de Champagne para el brindis porque somos bastante familia o bueno, ellos, mi tía comenzó a servir la cena, primero sirvieron un plato de sopa que creo que fue lo único que comí ayer porque nada de lo demás me apetecía, llego la hora del bacalao, mi tía me odia así que me sirvió el plato mas grande y lleno que pudo servir, ni siquiera lo toque, solo veía como todos los demás se atragantaban con ese asqueroso plato, mi papa se percato que yo estaba apunto de vomitarme y muy enojado se volteo y me dijo que me comiera todo lo que estaba en mi plato y que si no me lo comía me iba a levantar de las orejas y me iba a encerrar en mi cuarto, trate de comérmelo porque no quería tener problemas, pero no pude , apenas si la probe y sentí que lo que había comido en toda la semana se me iba a salir en ese momento del asco, mi papa muy enojado se paro y me grito enfrente de todos que me retirara de la mesa y eso hize, me fui a la sala y desde ahí observaba como a mis primos les decían: -Si no quieren no se coman el bacalao, con niños,a la mayoría no les gusta –, y diciendo eso les retiraban el plato y les traían el postre, ese delicioso pastel de chocolate que tanto me encantaba. Fui a la cocina y pregunte a mi tía si me podía dar un poco y la muy grosera me dijo que no, que porque no me había acabado el bacalao. Todo eso me puso muy triste así que decidí ir al mar a caminar a la playa, como ya lo dije, es lo único que me hace feliz, apenas eran las 11:30 de la noche y me canse de caminar así que me acosté en la arena, empecé a ver las estrellas, había algo raro en el cielo, nunca había visto tantas estrellas, eran millones de ellas, había tantas que casi no se distinguía lo azul marino del cielo nocturno y así estuve admirando el paisaje hasta hoy.

Son las 10 de la noche del 25 de diciembre y no se hasta donde me ha traído la arena, ya no veo mi casa y espero nunca mas volverla a ver, he decidido que si quiero ser feliz debo de estar en el único lugar especial para mi y lo mejor de todo es que estoy enfrente de él, ya no puedo esperar a sentir como mis pulmones se llenan de agua salada, creo que nunca me he sentido mas feliz en mi vida, aunque estoy muy nervioso, hay algo que me detiene pero no estoy seguro que es, lo único que se es que nada importa ya, solo importo yo y debo hacerlo. Dicen que morir ahogado es una de las maneras más horribles de morir, pero creo que en mi caso no hubiera podido escoger una mejor.



Autor: María Carolina Moreno Estrada 

viernes, 23 de noviembre de 2012

Cuento: Un amor muy adolescente.




Érase  una vez, en el centro de la ciudad de Oaxaca, una historia de amor que sonará muy convencional, pero es muy especial. Eran solo dos adolescentes de 16 años que se habían conocido pocos meses atrás, se llamaban Carlos y Ana. Eran amigos, compañeros y a veces hasta confidentes. Ambos vivían en buenas condiciones, tenían una buena familia, una vida hasta cierto punto normal. Tenían amigos, salían mucho, en fin… una adolescencia sana. Pero había algo que tenían en común; a su corta edad, ya habían tenido muchas decepciones por culpa del amor. Ellos conocían sus historias y mantenían una muy buena amistad, hasta que un día salieron con muchos de sus amigos a realizar un proyecto a diferentes lugares de la ciudad. Fueron a comer, platicaron, y como siempre rieron mucho, porque Carlos siempre le sacaba una sonrisa a Ana. Pero ese día fue algo especial; estuvieron todo el día juntos y, sin razón alguna aparente, se tomaron de la mano. Ninguno de los dos supo cómo sucedió, pero ninguno de los dos quiso separarse uno del otro. Fue ahí como empezó su historia. Ana se fue a su casa pensando en él, en que había pasado aquella tarde y de repente se sintió muy extraña. Al mismo tiempo, Carlos llegó muy feliz a su hogar, porque se dio cuenta que le gustaba Ana desde hace unos días, y ahora sabía que podría tener una oportunidad con ella. A la semana siguiente ninguno de los dos quiso hablarse, debido a que les daba mucha pena, pero empezaron a hablar por internet y poco a poco empezaron a decirse lo que cada uno sentía de forma indirecta. Después de todo, un día, el último día de clases, Carlos decidió decirle a Ana que si quería ser su novia, a lo que ella contestó que sí.
Carlos y Ana fueron muy felices todo lo que duraron las vacaciones de verano; salían casi todos los días, estaban todo el día juntos aunque vivían de extremo a extremo de la ciudad, se querían, se abrazaban, se besaban, disfrutaban de su compañía… en fin, eran una pareja de adolescentes felizmente enamorada y única, de esas parejas que ya casi no se ven en las escuelas o en el centro de la ciudad. Era una relación bonita y sana, pasando todo al tiempo en el que tenía que pasar. Se tenían mucha confianza, la familia de Carlos conocía a Ana y la familia de Ana conocía a Carlos, comían juntos y era muy agradable verlos caminar tomados de la mano por los parques y los lugares en los que pasaban.
Las vacaciones habían terminado, ya tenían que regresar a la escuela y hasta ese entonces aún eran felices. Nunca habían tenido una pelea razonablemente fuerte, disfrutaban su noviazgo como pocas personas lo hacían. Entonces, cuando llevaban 3 meses, los problemas comenzaron.
Ana era muy celosa y Carlos, en su pasado, había tenido muchas novias con las cuales aún se llevaba muy bien, mejor de lo que a Ana le gustaría. Una en particular, Adriana, no era mucho de su agrado. Ella influía mucho en Carlos, y él siempre hablaba de ella, lo cual le enojaba muchísimo a Ana. Él, en cambio, se enojaba con ella porque era sumamente distraída y muchas veces saluda a otras personas cuando estaba con él. Este tipo de cosas empezaron a ocasionar muchos problemas entre ellos, más cuando las mejores amigas de Ana, Karla, Diana y Samantha empezaron a decirle que Carlos le estaba haciendo daño, que debía dejarlo por su propio bien y que no necesitaba a un hombre para ser feliz. Ana lo entendía y lo sabía, sabía que no lo necesitaba, que no moriría sin él, pero sabía que algo peor que no poder dejar a alguien, es no querer alejarse. Así pasaron otros 3 meses, tenían ratos muy muy hermosos, pero las peleas se estaban volviendo cada vez más constantes y cada vez menos soportables. Llegaron a un punto en el que se peleaban todos los días por mensaje, y Ana empezó a llorar mucho, más de lo que debía, casi todos los días.
Un día, se pelearon tan feo que ella lloro toda la noche y todo el día siguiente en la escuela. Ana no quiso hablar con Carlos, lo cual empeoró aún más las cosas. Todas las personas le decían que lo dejara, y a Carlos sus amigos le decían lo mismo. La verdad es que ambos se estaban haciendo daño, pero Ana era de cierta manera masoquista y no quería dejarlo, estaba enamorada perdidamente de Carlos. A diferencia de él, que, aunque la quería, lo único que buscaba era que ella se sintiera igual o peor que él.
Después de muchos días así, ella ya no pudo más y terminó con él, pero posteriormente se arrepintió y lo buscó. Él, en venganza, la hizo sentir la peor mujer del mundo y la dejó por su ex novia, Adriana, sabiendo que le dolería a Ana, y efectivamente así fue.
Ana lloró por meses y meses, ya no salía, sus amigas se hartaron de verla así y finalmente optaron por dejarla. Solo quedaba Samantha, y ella muchas veces ya no sabía que decirle para hacerla sentir bien, a veces solo se sentaba a su lado a escucharla llorar.
Por su parte, Carlos se había arrepentido mucho de lo que había hecho, pero sabía muy bien que ya no merecía volver a buscar a Ana. Ya le había hecho mucho daño, y era un tipo de daño irremediable, colateral. Por mucho que se pudiera arrepentir sabía que no merecía el perdón de Ana, y aunque  la extrañara tenía que aceptar las consecuencias de todos sus actos. La amaba inmensamente, y aunque a veces el egoísmo le ganaba porque quería y necesitaba estar a su lado, siempre recapacitaba y todo ese dolor y sufrimiento lo guardaba en lo más profundo de su alma. Con sus amigos decía que ya no le importaba, que había como mil mujeres más, pero la verdad es que él sabía que jamás volvería a encontrar a alguien como Ana, alguien que lo amara de esa manera, que lo cuidara, que se preocupara todo el tiempo por él, que le regalara cosas, que le hiciera detalles… Sabía que se podría enamorar de nuevo en mucho tiempo, pero jamás como se enamoró de Ana y nunca con una persona como ella. Realmente era una mujer única. Y, aunque sus amigos le creyeran todas sus historias, ellos también se daban cuenta y sabía que Carlos no había olvidado ni un poquito a Ana.
El ambiente en el que vivían ambos era destructivo para sus corazones. Se veían todos los días en la escuela, Ana se veía todo el tiempo con ojeras y los ojos hinchados de tanto llorar, mientras Carlos se hacía el fuerte con sus amigos. Ambos estaban dañados seriamente, pero ninguno podía hacer nada al respecto, aunque en el fondo sabían que aún se amaban mutuamente. Lo sabían porque a veces, no muy a menudo pasaba, pero a veces, tan solo a veces, sus miradas se cruzaban y aún sentían ese extraño cosquilleo en el estómago, como cuando eran felices juntos. Carlos aún tenía esa mirada de ternura hacia Ana, y a ella aún le brillaban los ojos cuando la veía así. Por un instante sabían que aún se amaban, que en el camino se habían equivocado y que no supieron cómo solucionarlo y seguir adelante en su relación.
Después de todo, pasaron meses y meses, pasó un año y medio, y finalmente salieron del bachillerato. Ninguno tuvo una relación en ese tiempo, Ana recuperó algunas de sus amigas, pero jamás volvió a ser la misma. Se volvió fría y directa, y no soportaba ver a otras personas enamoradas o con pareja, simplemente le rompía el corazón. Carlos aparentemente siguió normal pero aún le dolía. Ambos se fueron a otros estados, ella a Cuernavaca y Carlos al Distrito Federal. Pasaron 5 años, llevaron vidas muy distintas; ella se concentró completa y plenamente en sus estudios científicos, él vivió su universidad de fiesta en fiesta, con muchos amigos, pero de buena manera. Jamás supieron nada del otro, jamás volvieron a mandarse ni un solo mensaje, jamás volvieron a llamarse ni un solo minuto. Su vida parecía muy tranquila, soportando de manera pasable su soledad.
Pero un día todo volvió a cambiar. En la época de diciembre, 3 años después de que se graduaron de la universidad, Ana regresó a Oaxaca a pasar las vacaciones con su familia, ya que no los podía ver antes. Carlos había regresado porque había encontrado un trabajo en una empresa en el centro, llevaba poco menos de un año trabajando ahí. Entonces ocurrió… el destino volvía a unirlos.
Ana fue a hacer compras navideñas para sus sobrinos, pero no encontraba un juguete y fue de tienda en tienda buscándolo. Estaba en una tienda enorme, estaba desesperada y se frustró mucho, tanto que no se fijaba en donde caminaba. Entonces tropezó con un hombre. El hombre se disculpó cortésmente, y la vio. Al principio ninguno se reconoció, pero cuando cruzaron sus miradas supieron quiénes eran. Carlos y Ana habían vuelto a encontrarse, después de casi 8 años. Se dieron cuenta que aún sentían el cosquilleo en el estómago, y las ganas de abrazarse eran inmensas. Se quedaron viendo como 5 minutos. Sin la necesidad de hablar, se estaban amando. Lo sabían, no era coincidencia, era el destino. Su destino era estar juntos, a pesar de todo lo que pasaron. Carlos no supo que hacer y lo primero que pensó fue en besarla, y fue lo que hizo. Se besaron y volvieron a sentir esa conexión. Se dieron cuenta que ellos pertenecían ahí, el uno con el otro, amándose a pesar de todo. Y su historia inició de nuevo, con un final feliz, con un amor eterno, hermoso, inevitable, inexplicable… irremplazable.



Autor: Jessica Samantha Cruz Ruiz

Cuento: La Hierba Santa


Hace tiempo en un pueblo muy, muy cercano, habitaban una familia de duendes color durazno, estos pequeños seres, llenos de amor, vivían en armonía en su hogar hecho de piedras preciosas, diamantes, rubíes, esmeraldas, y turquesas. La familia estaba integrada por varios duendecillos, entre ellos, Bienaventurado El Llorón,  Bienaventurado El Pobre, Bienaventurado El Manso, Bienaventurado El Hambrientosediento, Bienaventurado El Misericordioso, Bienaventurado El Limpio, y Bienaventurado El Perseguido. Todos ellos eran hijos de Biblón su padre y Santaella su madre.
Ellos siempre compartían la mesa y antes de empezar a comer, cantaban de felicidad, agradeciendo los alimentos, Biblón el anciano del hogar, daba la nota principal,  todos tomaban sus notas y comenzaban a cantar, Santaella se sentía plena con el canto de sus hijos y cada que ellos tenían un problema, hacia todo lo posible por ayudarles a encontrar una solución.
En la tarde del día sexto del mes de junio, su papá cayó enfermo y para poder salvarlo sus hijos tenían que adentrarse en el  bosque y conseguir  una hierva en forma de corazón, color verde y muy grande que le ayudaría a Biblón salir de esa enfermedad tan grave en la que estaba, entonces aquellos duendecillos emprendieron el viaje a los adentros del bosque pero antes emprender el viaje, se despidieron de su papá, El Llorón con lagrimas en los ojos se despidió de él y le dijo que regresarían pronto, El Pobre se acercó para decirle que él no tenia mas que ofrecerle, mas que su esfuerzo y dedicación por encontrar aquella hierva, El Manso con la cabeza inclinada hacia abajo le hizo señas de despedidas a su padre pero no le habló ni levantó la cabeza, El Hambrientosediento con la boca reseca y un agujero en el estomago, fue hasta el lecho de su padre y le dijo que no se fuera a acabar toda la comida en  reserva para el invierno, se despidió y se alejó, El Misericordioso se acercó a su padre  y le expresó que si el tuviera la oportunidad de cambiar su lugar por el de él lo haría con mucho gusto, pero como era imposible, su padre lo mando con sus hermanos a buscar aquella hierva mágica, era el turno del Limpio despedirse de su padre antes de comenzar a buscar esa hierba, entonces se aproximó a él y limpió su cabecera, a sus alrededores y a Biblón le pasó un trapo por la cara, le pidió de favor que mantuviera su lugar así, al menos hasta que él regresara y lo volviese a limpiar, entonces su padre con una sonrisa en el rostro asintió y cerró los ojos, de repente que se aproxima El Perseguido a toda velocidad porque siempre andaba a alas carreras (debido a que desde pequeño fue perseguido por troles y brujas, éstos causaron un trauma en el y siempre anduvo a  las carreras porque sentía que estaba siendo perseguido.) se despide de su padre y todos empiezan a caminar hacia el bosque en busca de aquella hierva que le iba a salvar la vida a su padre.

En el camino estos fieles hermanos se encontraron con unos seres  extraños que parecían una mezcla de troles con duendes y brujas también, se hacían llamar capitales, eran Soberbin, Lujurioso, el Gulo, Aváro, Envidiosin, Perezoso e Irosin. Todos ellos hijos de Pecasdon, su padre. Estos feos seres hicieron todo lo posible por impedir que los Bienaventurados encontraran la hierba para salvar a su padre, pero todos aquellos intentos fueron vanos porque con la unidad de los Benéficos hermanos, lograron evadir a los Capitales  y lograron llegar con su padre justo antes de que éste cerrara los ojos y no los volverá a abrir, le dieron un te de esta hierba mágica y al paso de los días Biblón pudo levantarse nuevamente y lo primero que hizo es dar la nota Domine (la nota Do, se le denomina así por la palabra en latín, domine, que significa Señor y según la creencia religiosa, entorno a él gira todo el universo y el la música no es la excepción.)  Todos sus hijos y Santaella se pusieron felices y le quisieron poner nombre a aquella hierba que le salvó la vida a Biblón le llamaron a partir de ese momento La Hierba Santa




Autor: José Manuel Vargas Méndez

Cuento: Los pequeños gestos del amor.






Cuenta la historia que un viajero, en una de sus vueltas por el mundo, llegó a una tierra que de entrada, nomás, llamó su atención por la belleza de los arroyitos que cruzaban los campos refrescando los sembrados y calmando la sed de los bichitos y animales del campo. Habiendo caminado ya un rato, se encontró con las casitas del pueblo, sencillas y coloridas, y con sus puertas de par en par. No podía creerlo. ¡Él venía de un lugar tan distinto! 

Se fue acercando y su sorpresa fue aún mayor cuando tres hermanitos salieron a recibirlo y lo llevaron de la mano hasta el interior de la casa en que vivían. La mamá y el papá de los nenes lo invitaron a quedarse con ellos unos días. Y él aceptó porque era muy agradable estar ahí.
Fueron pasando los días. El viajero aprendió muchas de las cosas que se hacían en esa casa: hornear el pan, trabajar la tierra, ordeñar las vacas y levantarse tempranito para aprovechar bien el día. Los chicos le enseñaron juegos que él no conocía y cuando iban a sacar agua del pozo entonaban un canto muy hermoso que él luego, aunque lo intentaba una y otra vez, no podía cantar estando solo. Nuestro viajero fue aprendiendo y compartiendo muchas de las costumbres de esta familia, pero había una de la cual él no podía descubrir el significado.

Cada día, y algunos días en varias ocasiones, el papá, la mamá y cada uno de los hermanitos se acercaban a una mesita en un rincón del comedor donde habían colocado las figuras de madera de José y de María, un burrito marrón y una vaca con su ternero. Y despacito, dejaban una pajita en una especie de cajoncito, que había vacío, justo entre José y María.
Con el correr de los días, el montoncito de pajas iba aumentando y se iba haciendo más mullido y esponjoso. El viajero miraba con atención y asombro ese gesto cotidiano que escondía para él un misterio especial.
Y nunca se atrevía a preguntar, por temor que se rompiera el encanto que lo envolvía. Quizá el misterio de esa familia y de ese pueblo tenía que ver con esas pajitas.
Cuando le llegó al viajero el momento de partir hacia otras tierras sintió que se iba de ese lugar con el corazón lleno y descansado.
La mañana de la partida la mamá le dio un pan calentito y unas frutas para el camino; el papá le regaló una mochila hecha por sus propias manos y los nenes lo llenaron de besos y lo abrazaron. 
Ya había dado unos pasos cuando se animó y dándose vuelta les dijo:
-una cosa más quisiera llevarme de este hermoso lugar.
-Por supuesto – le contestaron- ¿Qué más podemos darte para el camino?
Y el viajero entonces les preguntó:
-¿Por qué iban dejando una a una esas pajitas en el cajoncito, a los pies de María y de José?
Ellos sonrieron, y el más pequeño de los hermanitos contestó:
-cada vez que hacemos algo con amor, buscamos una pajita y la llevamos al pesebre. Y así, nos vamos preparando para que cuando llegue el Niño Jesús, María tenga un lugar para recostarlo.
Y el hermano del medio, agregó: 
-Si amamos poco, va a ser un colchón finito, pero si amamos mucho, Jesús va a estar más cómodo y calentito.

El viajero, por primera vez, parecía comprenderlo todo. Sintió ganas de quedarse con esa familia hasta la Nochebuena, pero una voz dentro de él, lo invitó a llevar lo que había conocido entre ellos, a otros pueblos, y fue así que esta historia llegó a nosotros.


Autor: Marco Vinicio García Magaña

Cuento: Oshawott y su lucha por la justicia.




Había una vez, en un planeta lejano de la tierra, a muchos años luz de distancia, un pequeño mundo llamado Unova. Unova era un planeta de población civilizada y muy avanzada, al menos lo era hasta que los jóvenes de 18 eran secuestrados contra su voluntad para ser entrenados y posteriormente ser utilizados por el ejército de ese planeta para poder conquistar nuevos mundos alrededor de toda la galaxia.
En una pequeña ciudad vivía un joven de 17 años llamado Oshawott quien estaba a punto de ser reclutado por el ejército para ser entrenado y serle de utilidad a su planeta posteriormente. Oshawott tenía mucho miedo porque corría el riesgo de morir en una misión de conquista.
Tepig vivía junto a la casa de Oshawott, Tepig tenía 3 meses de haber cumplido los 18 años pero estaba escondiéndose de los reclutadores, Tepig era un muchacho que vivía solo y andaba en malos pasos pero Oshawott no dudó en pedirle ayuda para poder huir de los  reclutadores que irían por él seguramente el día de su cumpleaños, aproximadamente en una semana. Tepig no le contestaba y Oshawott, desesperado, dejó de insistir e intentó encontrar otra solución a su situación.
Al día siguiente, por la mañana, Oshawott escuchó algunos ruidos en su ventana, sonaba como si alguien estuviera golpeándola suavemente, él se encontraba aún durmiendo y solamente abrió un poco un ojo para ver qué ocurría del otro lado de la ventana. Oshawott se percató que el que golpeaba su ventana era Tepig, en ese momento Oshawott se levantó de un salto para ver al que probablemente le salvaría su vida.
- ¿Qué es lo que quieres, por qué me molestas?- dijo Tepig
- Necesito tu ayuda, por favor, es algo de vida o muerte- contestó Oshawott
- Tú bien sabes que yo no puedo andar ensuciando mis manos por un mocoso como tú.
- ¡Nada de mocoso! Casi tengo tu edad y por eso es que vengo a buscarte. – En ese momento, Tepig supuso de lo que se trataba.
- ¡AH! Ahora sé por qué has venido a buscarme, me he vuelto famoso, ¿no lo crees? – Oshawott intentó hacerle un alago para poder conseguir su cometido.
- Así es, pero descuida, tu secreto está a salvo conmigo
- Vayamos al grano. ¿Cuánto te falta?
- Una semana, 6 días de hecho.
- Perfecto, empaca tus cosas, el día de tu cumpleaños dejarás de existir.
Oshawott no sabía si debía alegrarse o preocuparse, Tepig era una persona casi desconocida para él, pero era a la vez, su única esperanza.
Esa semana Oshawott no pudo dormir por la preocupación, esperó hasta que escuchó de nuevo esos pequeños golpes en la ventana como los de la semana anterior. Oshawott estaba listo para partir a donde sea que fuera necesario para poder huir.
Tepig ayudó a Oshawott a cargar sus cosas y entraron a casa de Tepig.
La casa de Tepig nunca había sido vista por Oshawott nunca antes, era una casa que parecía abandonada, llena de telarañas y muebles cubiertos de polvo, la pintura se caía de las paredes y el techo tenía goteras, esto sin contar la docena de animales que salieron corriendo al momento en que abrió la puerta.
Tepig  movió el mueble más grande y al parecer más viejo para descubrir una puerta que había en el piso en la cual había un túnel que posteriormente los llevaría a una casa subterránea llena de lujos.
- Ni creas que este paraíso te va a salir gratis. – advirtió con tono retador Tepig
- No sabía nada respecto a un pago, no tengo dinero, será mejor que me retire  y a ver cómo le hago. – Tepig detuvo a Oshawott y lo empujó en contra de la pared
- ¡¿A dónde crees que vas?! ¡Ya has visto todo esto! Ahora debes quedarte y trabajar para mí para poder saldar tu deuda conmigo, no me voy a arriesgar a que hables de esto con las autoridades.
Oshawott aceptó sin dudarlo, trabajar para Tepig era lo menos que podía hacer, al fin y al cabo él le había salvado la vida de una muerte segura. Pero Oshawott no tenía idea de lo que le esperaba.
Lo primero que necesitaban era tener un chivo expiatorio, entonces Tepig  le dio una pistola a Oshawott y le dijo que le disparara a un muchacho que no había pagado su parte por ocupar un lugar en aquel escondite. Al momento en que los reclutadores irían por él, encontrarían el cadáver de aquel muchacho y ya no sería necesario que fuera a poner en riesgo su vida en el entrenamiento y posteriormente en alguna conquista. Oshawott se rehusó y salió corriendo.
Tepig persiguió a Oshawott por todo el túnel pero Oshawott fue más rápido y logró escapar. El escándalo que hicieron al salir de aquel escondite llamó la atención de las autoridades. Entraron y detuvieron a todas las personas que estaban en aquel escondite, todo había sido culpa de Tepig y Oshawott.
Todas las personas que se encontraban en el escondite  fueron reclutadas y organizadas por edades en la base más cercana del ejército para empezar su entrenamiento para cuando fueran requeridos. Oshawott y Tepig fueron colocados en el mismo escuadrón, el escuadrón del general Scraggy quien los hizo entrenar como a ningún otro, todo por el hecho de haber intentado evadir lo que era considerado como un deber hacia el planeta.
Scraggy los hizo los mejores soldados del batallón y llegó la hora de poner a prueba su entrenamiento. El planeta Unova se preparaba para conquistar al planeta Kanto, todo estaba preparado, empezarían con un pequeño golpe de estado al rey de ese planeta, solo era necesario un escuadrón para poder lograrlo, así que mandaron a Oshawott y a Tepig para lograr esta misión. Oshawott ya no temía nada debido a su arduo entrenamiento. El dia llegó, era hora de lanzarse desde las alturas más sorprendentes para aterrizar con ayuda de un paracaídas en el punto exacto.
Las defensas de este planeta detectaron la presencia del enemigo desde kilómetros de altura, por lo que empezaron el fuego, uno a uno fue cayendo, los soldados no podían hacer nada, si las balas no terminaban con su vida, perforaban el paracaídas y la muerte era inminente, sin embargo Oshawott y Tepig lo lograron. Llegaron al castillo del reino de Kanto para dar el golpe de estado, pero algo pasó.
Oshawott y Tepig decidieron dividirse para encontrar al rey más rápidamente y lograr su objetivo. El tiempo era crucial, Oshawott no encontraba nada y Tepig tardaba mucho, todos lo daban por muerto hasta que apareció con una mujer entre los brazos.
Aquella mujer era la princesa de aquel planeta, la princesa Misty. La princesa había sido bendecida con poderes desde su nacimiento, podía ver la razón de los actos de cada persona con el simple hecho de tocar su piel con la mano; además era una de las criaturas más hermosas del universo. En el momento en el que Oshawott vio a Misty quedó enamorado profundamente, los ojos de la princesa, llenos de ternura y  sinceridad le hicieron darse cuenta que lo que estaba haciendo estaba mal, en ese momento Oshawott dejó caer su arma y liberó a la princesa de los brazos de Tepig.
-¿Qué te pasa? – gritó Tepig mientras forcejeaba con Oshawott
- No estamos haciendo lo correcto, le hacemos daño a esta mujer y a la vez a su planeta
-¡Pero ese es nuestro trabajo!
- No el mío
En ese momento Oshawott noqueó a Tepig con un golpe especial que aprendió durante su entrenamiento, se trataba de una técnica única. Tepig no despertó jamás. Oshawott le pidió a la princesa que lo llevara con su padre, el rey de Kanto, la princesa corrió lo más rápido que pudo para llevar a Oshawott al lugar donde su padre se refugiaba por el ataque que estaba sufriendo el castillo, Oshawott le explicó al rey que él conocía todas las tácticas que podrían ocupar los invasores y que le diera poder sobre sus tropas para poder contrarrestar el ataque del enemigo. El rey aceptó con tal de proteger a su planeta.
Oshawott se colocó al frente de las tropas para ir al contraataque de los invasores, ahora Oshawott sabía todas las tácticas del enemigo y además contaba con el factor sorpresa como aliados para poder atacar al que antes era su instructor y quien ahora estaba al mando de la misión de conquista, el general Scraggy.
Oshawott dirigió a las tropas de Kanto, las cuales pelearon a su lado y con todo el corazón con tal de proteger a su planeta y a la gente que amaban, la única motivación de Oshawott era hacer el bien. Después de semanas de guerra, Oshawott logró salir victorioso debido a las ventajas con las que contaba.
El rey organizó una fiesta en memoria del héroe que había venido del planeta enemigo para ayudar a una causa justa y que más que luchar contra un ejército, había luchado por la libertad y la igualdad en el universo, además, el rey ofreció la mano de Misty a Oshawott quien aceptó obviamente.
Después de los años, la princesa se convirtió en reina, y con ella, su rey “Oshawott el forastero”. Oshawott y Misty tuvieron hijos que viajan a través de un tele transportador entre Unova y Kanto, que actualmente y gracias a Oshawott viven en paz.



Autor: José Ignacio Diego-Pérez Montes

Cuento: ¿Un amor imposible?



      Había una vez en una época en la que los caballeros abundaban y las damas portaban aquellos largos vestidos con encajes elegantes, una hermosa princesa llamada Raquel. Vivía en un lejano reino llamado “Genovia” en el que las costumbres estaban demasiado arraigadas. Los genovianos admiraban con profundos suspiros a Raquel; su belleza era tan deslumbrante que opacaba a todas las flores del reino.
  Un día la joven muchacha tuvo que salir de Genovia para dirigirse en busca de unas telas para sus vestidos al reino vecino, que llevaba como nombre: “Gewnoville”. Éste reino tenía una pésima reputación porque en sus alrededores habitaban diferentes criaturas espeluznantes que hacían su aparición en las noches.
  El príncipe de Gewnoville era un joven apuesto, robusto y con una sonrisa encantadora, su nombre era Emmanuel. Éste príncipe levantaba pasiones y arrebataba suspiros de todas las doncellas que lo veían pasar. Como es de esperarse, el príncipe tenía un ego demasiado grande, era pedante y altanero. Creía que podía tener el corazón de cualquiera que se le atravesara, hasta que aquella mañana, cuando el sol se ponía en su punto más alto, vio pasar a la princesa Raquel; era hermosa, delgada, con una piel morena clara como la arena brillante del mar, unos labios rojos como el carmín y unos ojos de un café tan claro como la miel. El viento jugaba con su hermoso cabello largo y negro haciéndolo ondear con ligereza y desprendió un suave aroma que inmediatamente captó la atención del príncipe.
  El príncipe se le arcó haciéndole elogios al oído, a lo que ella reaccionó con enojo, pues para ella fue como una falta de respeto. Dio la vuelta y exclamó: “¡Vos sois un pelado y un altanero!”. Él quiso “hechizarla” como solía hacerlo con las mujeres más bonitas de su reino, pero todos sus intentos fueron en vano. Raquel conocía perfectamente a aquel tipo de muchachos engreídos y no quería tener ningún tipo de contacto con ellos.
  Raquel se dirigía al palacio para presentarse con el rey Arturo, quien sabía las razones de su visita. El rey la recibió con gran cariño y ordenó a los criados que llevaran el equipaje de la princesa a una habitación en la que se hospedaría. Raquel agradeció al rey aquel gesto tan amable y se dirigió al pueblo en busca de las telas para sus vestidos.
  Recorría las grandes bodegas del reino cuando de pronto, el príncipe apareció en un lujoso carruaje y ordenó a sus criados que la subieran. La princesa gritaba que la dejaran ir, pero el príncipe le suplicó que lo acompañara, pues quería mostrarle un hermoso lugar a las afueras del reino. Y a la princesa no le quedó mayor remedio que aceptar.
  Llegaron a un riachuelo en el que caían unas enormes cascadas, el paisaje era tan hermoso y tranquilo, que Raquel quedó perpleja y observó en silencio. El príncipe se disculpó por la actitud que había mostrado horas antes y quería recompensarla mostrándole el maravilloso paisaje que podía admirarse. De la nada, Emmanuel intentó besar a Raquel y esta, molesta, lo abofeteó y corrió, adentrándose en el espeso bosque que se hallaba a su alrededor.
   De pronto cayó la noche y la princesa se asustó pues no sabía dónde estaba. Escuchaba los fuertes aullidos de los lobos al fondo y veía enormes sombras que se movían a su alrededor. Se encontraba fría de miedo y no sabía cómo salir de ahí. El príncipe apareció y la cargó en brazos hasta llegar a las afueras del bosque, como no sabía dónde había quedado su carruaje, caminaron. Él la llevaba en sus brazos dormida, la observó por largo rato y se dio cuenta que ella no era como las demás mujeres que había conocido.
  Llegando al castillo, el rey preocupado se alegra de verlos y ordena que lleven a la princesa a su habitación, pero Emmanuel no lo permite y decide él mismo llevarla hasta su cama. Al llegar a su habitación, la recuesta en la cama y la cobija para que no pase frío, la observa un rato más y sale de su recámara no sin antes darle un delicado beso en la frente.
  Al día siguiente, Raquel quería agradecerle a Emmanuel por haberla sacado de aquel tenebroso bosque, pero él no estaba; había salido desde muy temprano y nadie sabía a dónde. Raquel hizo sus compras y guardó su equipaje, pues se iría al día siguiente antes de que los gallos cantaran. Más tarde, llegó el príncipe y fue a buscarla a su recámara. Una vez con ella, le entregó un collar de oro que tenía un corazón como dije. Ella lo abrazó y le dijo: “No sé si sea amor, pero si lo es, sabemos bien que no puede ser. Mi reino y mi vida están lejos de aquí, además provenimos de familias que a pesar de apreciarse mutuamente, no pueden mezclarse. Mi destino es desposar a algún conde de Genovia y darle un nuevo rey a mi reino”.  Él la calló con un beso y de sus labios salió: “¿Qué importa la distancia? ¿Qué importa el trono? ¿Qué importa lo que los demás digan? Tanto tiempo esperé por alguien como tú, alguien que con solo mirarla a los ojos pudiera encontrar paz y ver más allá de mí mismo. Eres tú y siempre serás tú la única mujer que tiene en sus manos mi corazón. Yo sé que no he sido todo un caballero, pero dicen que el amor te hace perder la compostura, la cabeza…” Raquel lo calló y le pidió que se retirara. No quería seguir escuchando más, sentía que se derretía ante sus palabras, pero su reino era mucho más importante que cualquier otra cosa.
  Antes de salir el sol, Raquel ya estaba a punto de subirse al carruaje que la llevaría de regreso a Genovia, pero Emmanuel la detuvo. La abrazó con fuerza y la miró a los ojos, era aquella mirada tierna y destrozada que tienen los enamorados al decir adiós a la persona amada. Raquel besó su frente y le dio su anillo favorito. Subió al carruaje y por la ventanilla vio cómo el príncipe se quedaba a lo lejos. Raquel tenía los ojos llorosos y la mirada perdida cuando al fin regresó a Genovia.
  Su padre la recibió con emoción y al notar su mirada caída preguntó la razón de la misma. Raquel le confesó a su padre que se había enamorado del príncipe Emmanuel y que sabía que aquel amor no tenía oportunidades de florecer. Su padre la abrazó y le dijo: “A veces así es esto, hija mía. Pero la vida sigue y mejores cosas vendrán para ti y para tu pueblo”
  Aquellas palabras terminaron por romper el corazón de la pobre princesa, llenándole los ojos de lágrimas y haciendo completamente visible su tristeza. Habían pasado algunas horas desde que Raquel se había encerrado en su habitación y los lamentos habían cesado por completo. La joven princesa se hallaba recostada en su cama, estrujando entre sus manos aquel collar que el príncipe le había entregado el día anterior. De pronto se le ocurrió abrir el dije y en él habían unas palabras escritas: “Prometo estar ahí aunque no me necesites”. Sus ojos se iluminaron e inmediatamente supo qué hacer.
  Esa misma noche, Raquel se escabulló para salir de su castillo y burlar a la guardia. Iba vestida como una sirvienta y tapada del rostro. Salió del reino sin ningún problema y se dirigió a Gewnoville, sabía que estaba a muchas horas de camino a pie, pero ella sólo quería estar con Emmanuel.
  Mientras tanto, Emmanuel había hecho exactamente lo mismo que Raquel y se dirigía a Genovia para encontrarse con su amada. Se resistía a perder para siempre a la persona que lo complementaba; aquella mujer que con su dulzura y sencillez se había adueñado de cada una de las partes de su cuerpo, siendo ella la única persona con la que quería compartir el resto de sus días. A Emmanuel ya no le importaba que le quitaran el trono o le negaban regresar al reino, sólo quería estar con Raquel y estaba dispuesto a dejar atrás todos sus lujos por ella.
  Tras quizás un día de recorrido, los enamorados al fin cruzaron sus caminos. Sin palabras, ambos expresaron lo que sentían y sellaron con un beso el inicio de su historia juntos. Los chismes se esparcieron demasiado rápido y llegaron a oídos de ambos reyes, quienes a pesar de sentir una gran rabia por lo ocurrido debían aceptar que sus hijos se amaban y ellos no podrían separarlos por nada. Ambos reyes se reunieron e hicieron un llamado a sus hijos para que se presentaran en el palacio de Genovia.  Esa tarde el padre de la princesa accedió a entregar la mano de su adorada hija y se anunció oficialmente la boda, que se llevaría a cabo una semana después.
  El gran día había llegado y todo estaba listo para que los príncipes se unieran en santo matrimonio. Fue una ceremonia hermosa y emotiva. La felicidad en los rostros de los enamorados era tan placentera que la contagiaban a todos los que se encontraban a su alrededor.
  La historia termina en “Y vivieron felices para siempre. Fin” o quizá sea sólo el inicio de una nueva historia, una historia que Raquel y Emmanuel van a ir escribiendo juntos con el paso del tiempo.






Autor: Sandra Stephany Baños Jimenez

martes, 20 de noviembre de 2012

Video de la Fábula: El burro y sus alumnos reciben su merecido


Análisis del cuento "La mígala", de Juan José Arreola.


1.- Marcas de literalidad.
·         Mundo ficticio: Al leer la historia pude notar lo agria que ve la vida el señor. Todos alguna vez hemos sentido que el mundo se nos viene abajo por culpa del amor y muchos quisieran morir antes de sentir lo duro que este puede ser. El señor ya no le encuentra sentido a su vida por haber perdido a quien quería o quizá sea sólo una pequeña parte de todo lo que él ha dejado atrás a lo largo del tiempo. Quizás muchos piensen que es una exageración por parte del señor, pero realmente existen personas tan fatalistas que se ven afectadas por este tipo de problemas.
    
·         Estilo:
    El ambiente en que se desarrolla la historia es algo frío, melancólico, con cierto toque de suspenso y depresión. La historia se relata de una forma un poco visceral y triste por lo que el señor, quien narra la historia, se ve envuelto en quizás una desilusión amorosa con una mujer llamada Beatriz, lo que ocasiona que quiera quitarse la vida por medio de la mordida de la mígala.
·         Verosimilitud:
    La historia tiene coherencia de principio a fin, sin salirse del contexto un tanto depresivo. El señor quiere morir siendo mordido por la mígala e imagina un sinfín de situaciones. De cierta forma se le contrapone para que esta lo ataque y termine con su agonía.
2.- Estructura de la narración.
·         Narrador:
   El narrador es protagónico porque participa de manera activa en la historia y va contando cómo es que esta se desarrolla. El señor da a conocer cuáles son sus sentimientos, lo que hace, el papel que tiene en la historia y lo que va sucediendo a lo largo de esta.
·         Personajes:
ü  El personaje protagónico de la historia es la mígala, pues alrededor de ella gira la historia y al quitarla no habría trama. La mígala ronda por la casa de un lado a otro, silenciosa y sin preocupaciones, lo cual vuelve loco al señor pues imagina que lo atacará.

ü  El personaje antagónico es el señor, quien se antepone a la mígala buscando de cierta forma que esta lo muerda. Al comprarla, el señor empieza a crear distintas historias en su mente, en las cuales es mordido por la mígala o esta lo acecha.

ü  Los personajes secundarios en este caso serían Beatriz, quien quizás sea la que le rompió el corazón al señor o puede que sea la representación de muchos de sus fracasos en la vida, y el saltimbanqui quien es el que le vende la mígala al señor, dando inicio a la trama de la historia.

3.- Estructura:
ü  Introducción: La historia inicia cuando el señor narra su pequeño desencuentro amoroso con Beatriz y ve a la mígala como su salvación, describiéndola así: “Peor que el desprecio y la conmiseración brillando de pronto en una clara mirada.” El dolor ante el desprecio de su querida Beatriz era tan grande que lo único que quería era terminar con su vida para dejar de sentir tal agonía.
ü  Desarrollo: Empieza cuando el señor regresa a la feria a comprar a aquel escalofriante animal y el saltimbanqui lo recibe sorprendido por su oferta. Este le da la información necesaria, con la cual el señor queda aterrorizado por semejante impresión. Sabía que en sus manos llevaba el inicio de su delirio.
ü  Clímax: Da inicio en el momento en el cual el señor retorna a su casa y libera a la mígala. A partir de entonces se va creando una situación tensa y de suspenso, pues el señor comienza a imaginar muchas situaciones en las que la mígala lo acechaba y daba fin a su agonía. Aunque esta nunca apareció para darle el tiro de gracia a este pobre hombre.
ü  Desenlace: La mígala no aparece y por lo tanto no lo muerde, según él la mígala estaba aplazando su muerte, como resultado de esto realizaba conjeturas acerca de su vida, pensando quizás en sus momentos tristes y melancólicos, momentos en los cuales la soledad lo acechaba más que nunca e imaginaba la presencia de aquel escalofriante inquilino para sentirse menos solo.





4.- Opinión:
¿Qué es la mígala? Desde mi punto de vista, después de leer el cuento por tercera vez, me fui creando una imagen de un cierto tipo de insecto lo suficientemente grande para que una mordida sea letal para un humano. Viéndola desde el contexto de la historia, la mígala era el boleto de salida del señor, pues según él esta terminaría con su dolor por medio de su mordida letal.






Autor del análisis: Sandra Stephany Baños Jimenez

Fábula: La gata.



Había una vez una gata muy vanidosa que quería ser la más bella entre todos los animales para impresionar al gato que le gustaba, y por no ser la más bella se consideraba a sí misma fea. El mono al oírla quiso darle una lección, entonces le ofreció prestarle sus orejas. La gata pensó que se vería hermosa con las orejas del mono y siguió caminando...
El mono se encargó de decirle a todos los animales su plan para darle una lección a la gata; el plan consistía en que cada uno le prestara un parte de su cuerpo y que la gata viera lo fea que se ve así para que aprendiera a valorarse tal  como es.

Mientras tanto la gata caminaba, en su camino apareció el conejo quien ofreció prestarle su cola, luego el marrano quien ofreció prestarle su nariz, la hormiga que ofreció prestarle sus antenas, la tortuga su caparazón, entre otros animales que se sumaron al plan para demostrarle a la gata que si es bonita tal y como es.

La gata, con todas las partes puestas de los diferentes animales que le habían prestado, fue a impresionar al gato que le gustaba. Éste al verla salió corriendo del susto pues había visto algo espantoso, lo más espantoso que había visto en su vida, así la gata comprendió que era más bonita tal y como era que con un montón de cosas encima.

MORALEJA: Uno debe quererse tal y como es, hay que amarse a uno mismo antes de amar a los demás.



Autor: Alejandro Gamboa

Fábula: El Escorpión y la Araña.




Un día en el caluroso desierto de México había un escorpión que se creía el más poderoso de todos los animales del lugar, un día el malvado escorpión quería picar a una pobre lagartija diciéndole –Eres pobre y débil y hace tiempo que no mato a nadie, la lagartija asustada grito -¡No me mates te lo imploro por favor! Todos los animales que estaban ahí se asustaron, pero alguien de la nada exclamo –Deja a ese pobre animal y enfréntate conmigo, el escorpión riéndose dijo –Jajaja araña tonta ¿no sabes quién soy yo?, la araña patona contesto –no me importa la verdad, el escorpión se enfureció e intento picar a la araña, la araña con la gran ventaja de tenar patas largas y cuerpo pequeño, esquivo el aguijón, inteligentemente puso una pata encima del escorpión y el escorpión con las ganas de hacer daño se termino picando, esto causo la muerte del escorpión y la tranquilidad de todos los animales.

Moraleja: Jamás subestimes a una persona por sus apariencias, puede llegar a ser mejor que tu.


Autor: Martín Jesús Mejía González.

Fábula: El cuervo y el ruiseñor.



  Una tarde de otoño, cuando los animales se encontraban recolectando alimento y provisiones para el frío y crudo invierno que acechaba con su llegada, el ruiseñor hizo un anuncio: “¡Escuchad todos! organizaremos un concurso de canto para reconocer al animal con la voz más hermosa de todas” y entre dientes dijo: “Que por supuesto, soy yo”.
  Al escuchar esto, los animales del bosque se entusiasmaron y muchos se inscribieron al concurso que se llevaría a cabo una semana después, entre ellos se encontraba el cuervo, lo que causó burlas y asombro entre los animales, pues creían que debería ser una broma, ya que él no poseía una voz hermosa, sino todo lo contrario. El cuervo, emocionado por el concurso, hizo caso omiso a lo que los animales decían y se dedicó a afinar su voz. Por la mañana, mientras el ruiseñor dormía despreocupadamente, el cuervo volaba a la parte más solitaria del bosque para ejercitar su voz.
  Al regresar a casa, se encontró al ruiseñor quien le dijo: “No malgastes tu tiempo, pues todos sabemos que el ganador de ese concurso seré yo y tú no tienes esperanza alguna.” El cuervo cabizbajo, entró a su casa y se quedó pensando en aquellas palabras hirientes que el ruiseñor le había dicho, además de su intento fallido por educar su voz; se encontraba desesperanzado y sin ganas de seguir tratando, pero decidió seguir intentándolo para ver si lo lograba, aunque no ganara el concurso.
   Así pues, después de haber terminado sus actividades diarias, se dirigió una vez más a aquella parte del bosque en la que podía practicar su canto durante horas. Realizó esto todos los días previos al gran concurso, mientras el ruiseñor se burlaba y perdía el tiempo. Al ruiseñor le encantaba comer paletas de hielo, a pesar del mal clima, despreocupado por el concurso comía lo que quería.
  El gran día llegó y el público se encontraba en sus asientos, aplaudiendo la aparición de los participantes, hasta que el turno del ruiseñor llegó. Todos se, hallaban emocionados por su participación, esperaban que fuera la mejor actuación del concurso, pero desafortunadamente no fue así. Cuando el ruiseñor abrió el pico para cantar, un espantoso ronquido salió de él, al parecer se había enfermado por comer aquellas paletas de hielo. Los animales sorprendidos, pidieron que pasara el siguiente participante, el cual era el cuervo.
   Cuando hizo su aparición, los animales del bosque comenzaron a reírse y a gritar uno que otro chiste acerca del cuervo, pero él abrió el pico y de este salió la melodía más dulce que ellos habían escuchado. Todos completamente perplejos de lo que sus oídos estaban oyendo, se levantaron de sus asientos y aplaudieron con fuerza al cuervo. Al terminar el concurso, el cuervo tenía en sus manos aquel reconocimiento con el que soñaba, pero lo más importante, se encontraba satisfecho porque sus esfuerzos tuvieron frutos.



Autor: Sandra Stephany Baños Jimenez

Fábula: Los amigos de la pantera.



En una tarde de invierno, se encontraba una familia de osos entorno al fogón, con ellos estaba el búho cantor y la veloz pantera azul.
Todos disfrutaban del calor del fuego pero de repente la pantera se levantó y se puso a llorar.         -¿Qué tienes?- preguntó el búho.
-estoy depre (sic) porque eh perdido mi reloj de más de 500 granos de trigo y eso me pone triste.
-Y… ¿en dónde lo perdiste?- Dice una interesada osa.
-pues no se- aclara la pantera.
-¡Vamos!- Dice el oso más pequeño de la familia. –No le tomes importancia, es un objeto nada más-
-pero aparte de que era un costoso reloj era mi más preciada posesión, ese reloj me  lo dio mi abuelo el tigre de bengala y tenía un valor sentimental… ¡que me coma un león!-
-No digas eso- dice el búho cantando, -el “peque” tiene razón, es un objeto, algo material, no le tomes demasiada importancia, disfruta lo que tienes, se feliz con ello y ¡sonríe pantera!
La pantera secándose las lágrimas contesta.- tienen mucha razón amigos, es algo insignificante teniéndolos a ustedes y su amistad, gracias por ser mis amigos-
-Hay pantera- dice la osa.
Entonces el oso mayor invita a todos a regresar al fogón, todos vuelven y se comen unos deliciosos bombones con miel de las amigas abejas.

Moraleja: “No todo gira en torno a algo o alguien, la amistad es la más lindo,  valioso y costoso que alguien puede tener, un tesoro que debemos cuidar con todo el corazón.”


Autor: José Manuel Vargas Méndez

Fábula: Un pajarito enamorado.


Erase una vez un pequeño pajarito,  un pajarito verde perla, con pequeñas alas y pequeño corazón, pero de sabio pensamiento. Cierto día el pajarito se enamoró de una hermosa colibrí, le llevaba flores, le construyó un nido, y la hizo muy feliz.
 Pasó el tiempo y los dos vivían felices, hasta que una fea víbora de piel rasposa, sin corazón, llegó y comenzó a hacerse amiga de la colibrí. La colibrí pidió al pajarito que dejara vivir a la serpiente en su nido, el pajarito se rehusó ya que no la conocía, además el pajarito presentía lo que la víbora quería hacer,  pero la víbora comenzó a hacerse amiga de los dos; pasó el tiempo y la víbora empezó a meterle ideas en la cabeza a la colibrí, y al fin, logró ganar su atención. La colibrí aceptó todo lo que la víbora dijo, entonces la colibrí comenzó a volar sola, debido a lo que la víbora le había dicho.
La pequeña colibrí decidió dejar solo al pajarito, lo echó de su nido, y al fin, el pajarito tuvo que irse lejos, pensando en todo lo que había hecho por la colibrí y en lo que hizo la víbora, sabiendo en todo lo que gastó.
Moraleja: Nunca confíes en nada, ni nadie más, si tu corazón no está seguro.


Autor: Marco Vinicio García Magaña